Comentario
Las cámaras subterráneas (hipogeos) de Ebla, que se concentraron en la zona occidental de la ciudad baja, estuvieron íntimamente conectadas con el Palacio administrativo Q, el Santuario B2 y el Templo B1, formando todas ellas, probablemente, parte de una necrópolis excavada en la roca y bajo los edificios antes indicados.
Hasta ahora de la decena de tumbas halladas, tan sólo han sido excavadas tres, las cuales han acaparado la atención sobre todo por los objetos descubiertos en ellas (una incluso estaba sin profanar) de inestimable valor para la historia del arte eblaíta.
La primera, conocida como Tumba de la Princesa, tenía su entrada casi en el centro de un patio del norte del Palacio Q; la misma se compone de dromos con escalera adintelada, que conducía directamente al hipogeo, tallado en forma de habitación con un pequeño anexo auxiliar. En su interior se hallaron vasijas de cerámica y de piedra del Bronce Medio, así como diferentes objetos de oro, pertenecientes al ajuar funerario de una princesa, cuyo esqueleto también fue encontrado. El material puede fecharse entre el 1825 y el 1750 a. C.
Este hipogeo comunicaba originariamente, bajo tierra, con la Tumba del Señor de las cabras, de la cual se aisló mediante un delgado muro de adobes. Este segundo hipogeo, que fue profanado a finales del siglo XVII a. C., con entrada independiente en otro patio del mismo Palacio Q, era de estructura más compleja; carecía de dromos y comprendía una caverna repartida en tres espacios, el último en forma de medio círculo. En el espacio más noroccidental aparecieron vasos cerámicos y de piedra junto a restos de un carro de bronce y huesos de un caballo; en el segundo habitáculo había también cerámica y ofrendas de animales, así como piezas de muebles que habían tenido adornos de bronce con cabezas en forma de cabras, junto a numerosas joyas y otros objetos, algunos de origen egipcio, lo que ha servido para fechar la tumba, sin duda regia o principesca, entre el 1765 y el 1700 a. C.
La Tumba de las cisternas, la más moderna de las tres, estuvo también conectada con la del Señor de las cabras: comprendía un dromos con escalera y dos grandes vanos circulares que en un principio habían servido como cisternas del palacio. Fue también profanada y saqueada, habiendo aportado únicamente restos de cerámica, vasos de piedra y algunas joyas, junto a un cráneo humano. Cronológicamente, puede datarse entre el 1700 y el 1650 a. C., fecha de la construcción del Palacio administrativo Q.